Después de la llegada de las tropas napoleónicas y, tras una tensa espera, al anochecer volvieron dispuestos a quemar la villa encartada. Comenzaron su recorrido por el Puente Viejo, del que espulsaron a los balmasedanos que trataban de impedir que lo quemaran, en vano. Continuaron por la calle Martín Mendía, quemando la iglesia de San Juan para continuar hasta la plaza de San Severino donde quemaron la iglesia y el Ayuntamiento.
Se trata de una recreación espectacular en el que participan casi trescientos balmasedanos, tanto en las tropas francesas como en los lugareños. Sobrecoge la veintena de caballos que pertenecen al cuerpo de dragones del ejército napoleónico.
Esta vez el público acudió en masa, llenando el paseo de Martín Mendía y, posteriormente, la plaza de San Severino.